martes, noviembre 18, 2008

Dissolved girl



Era una noche particularmente fría y oscura. El cielo se encontraba poblado de nubes prometedoras de lluvia y la neblina cubría la ciudad de Mérida. Sin duda, no era la noche ideal para viajar, pero Rebeca necesitaba visitar a su familia en San Cristóbal. Así que después de salir de su trabajo, empacó rápidamente y se dispuso al volante de su camioneta.

El viaje entre estas ciudades, aunque no es tan largo, resulta agotador, sobre todo en horas nocturnas. Como todo viaje, suele volverse bastante pesado si se realiza en soledad. Previniendo los próximos ataques de seducción de Morfeo en las siguientes horas, Rebe se había armado con un enorme termo de café y unos cuantos cds viejos de música variada.

Al cabo de la segunda hora de viaje, comenzaron a caer las primeras gotitas de lluvia, que fueron dibujando unas cuantas elipses en el parabrisas. Con el soundtrack de The Matrix de fondo, Rebe se sentía invencible al volante, inmune a cualquier tormenta que osara atravesarse en su camino. Su mente mientras tanto, se regodeaba en una espesa cadena de pensamientos. Neo, mesías, dios, inmortalidad, alma, muerte, cielo.

Deteniéndose a pensar en el cielo prometido de algunas religiones, se recordó a sí misma, cuando apenas contaba con cinco años, observando a su abuelo yaciendo sin vida sobre una cama del Hospital. Sus padres le repetían entre disimulados sollozos, que su abuelito ahora estaba en el cielo. Pero ella no entendía como se había ido, si el seguía ahi, tendido, durmiendo. Entonces, su abuela, le dijo, mientras acariciaba el rostro de la infante,

¿Has soñado, mi pequeña niña? Cuando te quedas dormida, ¿has tenido sueños bonitos?- Rebe movió su diminuta cabecita afirmativamente. - Mira a tu abuelito, el ahora está dormido. Pues bien, el ahora está soñando con el cielo, corazón. Pero no va a despertar. El estará soñando para siempre.

Rebeca bebió un sorbo de café mientras Navras era devorada por el silencio. Luego, comenzó a percibir los acordes iniciales de la siguiente canción del cd variado. Ni la cafeína había logrado abrir tanto los ojos de Rebe como cuando logró identificar la canción que la envolvía. Su corazón latía intensamente. Una mezcla de nostalgia y alegría embargaba cada latido. Mucho tiempo había transcurrido desde aquella noche de abril en que la había escuchado por última vez.

Shame, such a shame. I think I kind of lost myself again.

Sí. Se perdió completamente cuando, tendidos en su cama en plena oscuridad, Alex la abrazó y besó el centro de su espalda.

Day, yesterday, I really should be leaving, but I stay.

Ella debió haberse marchado. Negarse al menos, quizás. Negarse... ¿ a ser feliz, aunque fuera por un instante ?. ¿ A naufragar en el mar oscuro de sus pupilas? Imposible. La vida es muy corta y está colmada de momentos irrepetibles. Nunca lamentaría haberse dejado llevar por esos labios que no había probado antes.

Say, say my name. I need a little love to ease the pain.

Sus manos inmensas, recorrieron suavemente cada laberinto de su cuerpo. A pesar de que él siempre se quejaba de que eran enormes, Rebeca adoraba aquellas manos; siempre la hicieron sentir amada, deseada, protegida.

Dos veces se habían cruzado sus caminos. Las dos veces, ella no pudo evitar enamorarse de él. Desafortunadamente, pensaba ella, ambas veces el silencio fue la única respuesta que obtuvo al confesarle sus sentimientos. Una sonrisa triste se dibujó en el rostro de Rebeca, cuando comparó sus vidas con dos sinfonías preciosas, pero a destiempo, con compases que armonizaron en momentos impredecibles y extremadamente estrechos. Sus besos fueron notas unísonas con tonalidades menores.

Era imposible que lo viera venir. Un Camaro negro, sin luces, manejado en zigzag por un conductor ebrio es un blanco fácil en noches de tormenta. El golpe seco empujó la camioneta de Rebe fuera de la carretera, describiendo círculos sobre la tierra mojada. Al traspasar las barreras del precipicio, sin poder maniobrar siquiera, Rebeca cerró los ojos tratando de disolver su angustia en la oscuridad.

Frío. Gotas de lluvia que se transformaban en besos de labios helados. La calidez contrastante de una voz lejana que pronunciaba su nombre, la arrastró poco a poco a las orillas de la consciencia.

-Rebeca, ¿Estás bien?. ¡Rebeca!

-Tengo... tengo frío. - balbuceó Rebe.

-Despierta, Rebe – dijo la voz grave que cada vez se hacía más cercana. - Es sólo una pesadilla, mi amor.

Alex rodeó con sus brazos a Rebeca y besó tiernamente su frente.

 
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